(Por favor leer con acento de trigüeñita de pueblo)
Durante 3 meses y algo, he estado sometida al acento Argentino. La verdad, las primeras semanas se me salía aquel cantado porteño mezclado con el guarro caraqueño y una mezcla de cubano con colombiano, que no sabía de donde salía. Comenzaba a sentir vergüenza, pues sentía que mi cantaito ya no era el mismo. Me convertía en otra y yo le rezaba a la Virgen “Ay madre mía, dame fuerza para recobrar mi acento”.
Me sometía a terapias de lenguaje con mis amigas venezolanas, y a veces funcionaba, otras simplemente éramos unas boludas más. Hasta que encontramos el remedio para sanar nuestras angustias. “No güeno magüeba ¿qué e’ lo que e’?” y así comenzamos.
Yo creo que si mi ‘amá me escuchara, me lavaría esa boca con Magistral. Pues, realmente, definitivamente, la única manera de no ser porteña es; malandrarte al que se te pase por el medio. Te hizo algo la profesora, y sales de ese salón insultando hasta su bisabuela, le perdí el respeto a todo el mundo, para darle respeto a mi acento.
Mientras escribo, sollozo por aquel buen país, del que me fui. Como quisiera yo estar sentada al la de María en mi Cumaná querida; tomarme una rica malta mientras disfruto de aquella vista margariteña. La verdad, prefiero ser grosera, a ser porteña.
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